• Bled y su entorno (lago Bohinj y garganta Vintgar). Paisajes verdes y montañosos que, aderezados con la nevada que cayó y con los colores de los árboles en otoño, parecían de postal.
• La cueva de Sjockan. Es una maravilla natural que merece la pena conocer, por su grandiosidad, por su originalidad y por su belleza (y porque lo dice la UNESCO).
• Ljubljana: Una ciudad tranquila, bonita, cuidada y limpia. Aunque es la capital de Eslovenia, es una ciudad pequeñita, por lo que resultó muy manejable de visitar.
• La ciudad de Venecia en su conjunto: sus monumentos, su bullicio, sus canales, sus edificios …
• La amabilidad de todas las personas con las que nos encontramos en Eslovenia. Nos sorprendió no encontrarnos ni una mala cara ni un mal gesto en respuesta a nuestro esforzado inglés, y se notaban las ganas de complacer al turista en cada momento.

Partíamos de un septiembre y principio de octubre anormal en Eslovenia, con muy pocas lluvia y calor intenso. Nos pilló el cambio de tiempo entre su verano y el otoño real allí.

Los primeros 3 días no hacía mucho frío, teniendo 15-20 grados de máxima y 10 de mínima. El cuarto día entró una borrasca con frío y bajaron las temperaturas hasta los 0 grados, nevando en muchas zonas. El quinto día salió el sol, pero seguíamos a menos de 5 grados durante todo el día (paisajes nevados preciosos). Al llegar a Venecia, ya no quedaba rastro de borrasca y se recuperaron las temperaturas hasta los 15 grados o así.