La Atenas del Norte, como se conoce desde hace siglos a Edimburgo, es una de las ciudades  europeas más vivas desde el punto de vista cultural y social. Ese apodo ya hace referencia a su gran tradición académica y hoy se mantiene como una de las referencias de la cultura británica.

Edimburgo, con una población de pocos menos de 500.000 habitantes, se encuentra en el sureste de Escocia, a orillas del fiordo del río Forth. Actualmente es la capital de este país que forma parte a su vez del Reino Unido.

Hay que remontarse al 8.500 a.C. para encontrar los primeros vestigios de asentamientos humanos en la zona. La historia de Edimburgo está salpicada de numerosos conflictos que fueron los que asolaron todo el territorio del norte de la isla. Los romanos no fueron capaces de doblegar a las tribus escocesas, pero los anglosajones del sur se apoderaron de la ciudad en el siglo VII.

A partir de ahí se suceden numerosos conflictos entre escoceses en ingleses a lo largo de los siglos, muchos de los cuales tuvieron gran repercusión en Edimburgo. A principios de siglo XVIII se produce la definitiva unión parlamentaria de Inglaterra y Escocia dando lugar al Reino Unido.

Desde el punto de vista urbano, el centro histórico de Edimburgo está dividido en dos partes diferenciadas por el Jardín de la Calle de los Príncipes: hacia el sur Old Town, y al norte New Town, ambas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Uno de los monumentos imprescindibles de esta ciudad  es el Castillo de Edimburgo. Esta construcción es un auténtico símbolo para los escoceses. Y es que, entre otros tesoros, acoge la Piedra del Destino, donde fueron coronados todos los reyes escoceses.  Se encuentra en lo más alto de Old Town en el extremo de una imponente colina de origen volcánico.

Existen vestigios en la zona en la que se asienta el castillo con más de 3.000 años de antigüedad, aunque el grueso de la construcción se encuadra entre los siglos XII y XVIII. Se accede al castillo a través de una puerta flanqueada por una escultura del célebre William Wallace, el histórico líder escocés que inmortalizó Mel Gibson en su película Braveheart.  

Una de las mejores maneras de disfrutar de Edimburgo es recorrer la Royal Mile. La Milla Real vertebra la ciudad, y a lo largo de su recorrido el viajero podrá ver varios de los edificios y lugares más emblemáticos de la capital escocesa como son la catedral de St. Giles o el Palacio de Holyrood. Pero no todo son monumentos. De la Milla Real parten numerosas callejuelas conocidas como closes, caracterizadas por su trama irregular y por su gran ambiente todo el año.

Si eres de los que no dejan pasar la oportunidad de ver ningún museo en Edimburgo no debes perderte el Museo Nacional de Escocia o el Royal Museum. Y además, la ciudad escocesa cuenta con un magnífico zoo y jardín botánico.

Pero Edimburgo es conocida a nivel mundial por su festival. Desde 1947 la capital escocesa acoge el mayor festival artístico de Europa. El viajero debe saber que en Agosto, Edimburgo se convierte en un hervidero cultural, recuperando el esplendor de la llamada ‘Ilustración Escocesa’ que se desarrollo en la segunda mitad del XVIII. El Festival de Edimburgo engloba varios certámenes menores consagrados al teatro, la música, el cine, el arte o la literatura. Es, sin duda, una de las mayores atracciones de Escocia.

Como lo es el whisky. Famoso en todo el mundo, el whisky escocés es otro de los símbolos de la ciudad. Y si te apetece conocer su historia no dejes de pasar por la Scotch Whisky Experience, en el primer tramo de la Milla Real, conocido como Castlehill. 

Edimburgo es un crisol cultural de gran importancia en el norte de Europa. Una maravillosa ciudad que colmará de sensaciones al viajero. 

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