59º 55’ Norte. Atento, porque cuando llegues a esta latitud, estarás a punto de toparte con Oslo. Estarás entrando en la capital de Noruega. Municipio y provincia a la vez, su población no supera los 700000 habitantes. Es por tanto abarcable y humana, dispuesta a recibir a un visitante en busca de restos del pasado, de la ciudad contemporánea, de arte, compras y diversión en una extensión que te abrumará.

Es curioso el contraste entre la naturaleza apabullante de Noruega y la sencillez de su capital.

Si vienes, trae ropa de abrigo, las temperaturas máximas no suelen ser muy altas ni en lo más caluroso del verano.

Como en otras ciudades noruegas, es una buena idea hacerse con el Oslo Pass, salvoconducto para acceder a museos, atracciones, aparcamientos y visitas guiadas durante el tiempo de su validez, que oscila entre las 24 y las 72 horas.
¿Por dónde quieres comenzar? La que fuera denominada Christiania hasta el año 1925, ha sufrido a causa de varios incendios a lo largo de la historia, la destrucción de gran parte de su patrimonio arquitectónico, pero aún puedes visitar las ruinas del Oslo medieval, junto a la Bahía Bjørvika. Se conservan restos también procedentes del medievo, de varias iglesias y monasterios (San Clemente, Santa María) y es especialmente interesante la Fortaleza de Akershus, en cuyo recinto podrás visitar el castillo y el Museo de la Resistencia.  

La fortaleza está muy cerca del Ayuntamiento, así que puedes aprovechar y visitarlo también. Lo han decorado con motivos acerca de la vida en Noruega y te pueden guiar en la visita.

Como en Bergen, en Oslo vas a poder caminar por entre 155 casas tradicionales si te adentras en el Museo Folclórico Noruego, al aire libre, auténtico parque temático dedicado a la mostrar las formas de vida tradicionales del país.

Conocer una ciudad es interesarse por su pasado y los vestigios que haya podido legar, pero también por su presente. La concentración de museos dedicados a las áreas más variopintas te va a permitir aprender del arte noruego en la Galería Nacional, en el Museo de Arte Contemporáneo o en el imprescindible Museo de Edvard Munch, de la historia reciente en el Centro del Holocausto e incluso de esquí o fútbol.

Pero la oferta museística de Oslo es inmensa. Creo casi imposible, viajero, que no encuentres más de una colección de tu interés. El mar, la aventura, las ciencias, la historia... Todo cabe en esta ciudad.

Venir a Oslo, a Noruega en general, es caro, todo el mundo lo sabe. Olvídalo si puedes y disfruta de todo lo que te ofrece la capital escandinava.

Parques de atracciones, esquí, patinaje, travesías en velero por el fiordo, golf, actividades de turismo activo... La vitalidad de Oslo no se agota nunca.

No hay mejor forma de impregnarse del modo de vida de nuestro destino que disolverse en el ambiente callejero. Al ciudadano de Oslo le gusta salir y reunirse en cafeterías, pubs y discotecas, así que te va a resultar extremadamente fácil establecer tu propia ruta.

En tierras frías como ésta el hielo es un acompañante habitual. ¿Por qué no dedicarle un establecimiento? En el Ice Bar Oslo, todo está helado. En realidad todo está hecho de hielo. Un lugar alucinante.

La cocina de todo el mundo se hace presente en infinidad de restaurantes, hasta podrás tomarte una cervecita en un Hard Rock, pero para probar los excelentes pescados y mariscos noruegos tendrás que reservar en Solsiden Restaurant.

No debes preocuparte por el transporte, el sistema público es eficiente y llegarás a todas partes sin la menor dificultad.

Oslo es, en fin, una ciudad vital, moderna y afable en la que el viajero se sentirá cómodo y a la que volverá. Noruega engancha.

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