¿Hay algún cinéfilo que no recuerde la épica cabalgada de los mosqueteros a través de las inmensas marismas que circundan Mont Saint Michel con la ciudadela al fondo? Es una de esas secuencias que  inducen a preguntarse al espectador si el escenario será real o imaginado. 

Pues bien, la inquietante e irreal silueta que se recorta contra el cielo es una construcción sólida y auténtica cuya abadía ha sido datada en el siglo VIII. Por tanto, no es ningún plató cinematográfico, sino el mítico enclave utilizado ya desde época de los druidas como lugar sagrado. 

Situado en la costa atlántica francesa, en la baja Normandía, a la desembocadura del río Couesnon, Mont Saint Michel se presenta a ojos del viajero que la ve por primera vez como una de las edificaciones más impresionantes que el hombre haya erigido jamás.

Durante un milenio fue uno de los centros de peregrinación más importantes de la cristiandad, sólo igualado por la misma Roma y por nuestro Santiago de Compostela.

Hubo un tiempo en que el acceso era sólo posible durante la marea baja. Y es que es conveniente saber que esta impresionante fortaleza quedaba totalmente aislada del continente durante la pleamar y que la ciudadela y la abadía que deben su nombre a la advocación al arcángel San Miguel, se convertían en el más inexpugnable de los emplazamientos. Muchos perecieron bajo las aguas intentando romper unas defensas aliadas con la naturaleza. No en vano resistió un asedio de 30 años durante la llamada Guerra de los cien años.

Porque las mareas en Mont Sant Michel parecen estar pensadas precisamente para salvaguardar este conjunto en que el románico y el gótico conviven naturalmente para convertirse durante ciertas horas en una isla.

Hoy vas a poder llegar en cualquier momento gracias a la carretera que se eleva por encima del nivel de unas aguas que suben a una velocidad inusitada y amenazadora. Infórmate sobre los horarios de las mareas y no desoigas las advertencias de peligro.

Durante la bajamar es igualmente impresionante la visión del monte sobre la inmensa llanura arenosa que alguna suerte de efecto óptico convierte en infinita.

Mont Saint Michel ha perdido su carácter militar y desde luego, tampoco es utilizada ya como penitenciaría. Esto sucedió durante la Revolución Francesa de 1789. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, ha pasado a convertirse en una de las atracciones turísticas más visitadas de tierras galas.

Tu visita debe comenzar incluso antes de la llegada. Si quieres apreciar la fortaleza en todo su esplendor, procura dejar tu coche a una cierta distancia (cuidado con las mareas) y acércate caminando. El tamaño y la sensación de poder que transmite es apabullante y aumenta a medida que te aproximas.

El conjunto monumental es por sí mismo razón suficiente para visitar este punto de la costa normanda. La abadía y la iglesia parroquial representan sólidos y excelentes ejemplos de arquitectura medieval que se extienden a toda la ciudadela, en la que podrás admirar asimismo la sobria arquitectura civil de La Grand Rue y de sus laberínticos aledaños.

Conciertos y exposiciones adquieren aquí una dimensión misteriosa y mística.

Pero si lo que deseas es saturarte de belleza sube la Escalera Grande y asómate al grandioso espectáculo de la bahía desde las alturas o espera hasta el atardecer para ver  el perfil del monte contra el crepúsculo. Difícil de olvidar.

Tanto intramuros como en los alrededores proliferan alojamientos, restaurantes y tiendas especialmente destinados a los más de tres millones de turistas que cada año acuden a conocer este lugar incomparable. Toda una experiencia pernoctar entre las murallas de este gigante.

Temas: Mont-Saint-Michel costa Normandia